Carta abierta al 10 de abril

por Diego Daza.

(Ilustración por Giovanni Tazza)

Vivimos en una sociedad en donde la normalidad se encuentra a flor de boca en todos los peruanos. O mejor dicho, la normalidad está arrinconada en el subconsciente de la mayoría de personas de este país. Considerar normal a todo lo que pueda ocurrir a su alrededor es el primer eslabón que desencadena una serie de injusticias, sobornos, robos, asesinatos, choferes ebrios, etc. “Bueno, es normal que suceda tal cosa en tal lugar ¿no? Es parte de esto”, es lo que suelen decirse varios hombres y mujeres cuando notan casos, los cuales en otros países, se consideran verdaderos hechos de total rechazo por parte de toda una comunidad.

En tiempo de elecciones, en donde se asume que se vota por el mejor candidato con las mejores propuestas, aquí es normal que se sufrague por el mal menor. Estamos tan caídos de probos postulantes a la presidencia, al congreso, a la alcaldía, que lo único a que atina la población es a marcar con un aspa el rostro del postulante quien menos denuncias en el Poder Judicial tenga. La frase “que robe, pero que haga obras”, es la que más se escucha por las calles cuando un periodista le pregunta a un ciudadano de a pie sobre su nuevo presidente del país o alcalde de su distrito. Pero bueno, es normal que esto suceda en Perusalén.

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Listo, se eligieron los males que no nos hacen tanto mal. ¿Consecuencias? Faenones, resguardo policial a casas de expresidiarios, presidentes regionales corruptos y criminales, ‘repartijas’ en el Legislativo, indultos a narcotraficantes, suegras seniles de presidentes que compran casas con millones de soles y una serie de hechos que no despiertan asombro en la población porque es ‘normal’ que sus políticos sean así. Si sobrevivimos a la década del noventa con un gobernador asiático que hizo y deshizo lo que quiso con el país, ¿qué más puede esperar esta sociedad peruana?

Si los altos mandatarios son así, ¿entonces en quién o en quiénes podremos depositar nuestra confianza? ¿Quién o quiénes nos podrán defender del asecho de la criminalidad, por ejemplo? Si se te cruzó por la cabeza ‘policía’, quizás estés en lo cierto, pero ni en la propia institución policial se puede confiar. ¿Cómo poder fiarnos de algunos oficiales que con unos cuantos soles, dejan ir al vehículo que no cuenta con, al menos, un SOAT? ¿Cómo poder creer en la PNP si tiene a ciertos cobardes que aceptan las coimas de los criminales que andan al volante? Claro, si al menos esta institución se hiciera respetar más y velaría celosamente la seguridad de todos nosotros, no habría individuos rompiendo manos o comunidades nativas provocando un Baguazo. Saber de policías relegados o expulsados, no es nada nuevo por aquí. Es normal.

 La ciudad se convierte en tierra de nadie cuando la autoridad brilla por su ausencia. ¿Quién no ha visto un robo en su vida? O mejor: ¿quién no ha sufrido un robo? Que sufras el arrebato de tus pertenencias en variados distritos (no interesa si es en Ventanilla o en La Molina) se ha convertido en algo tan normal en esta capital y demás provincias. Ni siquiera las víctimas se toman el tiempo de denunciar su caso porque consideran que es una pérdida de tiempo, ya que suponen que la policía no atrapará al malhechor, ni mucho menos, conseguirá sus cosas. ¿Es normal que nuestra impotencia al ser robado, quede solo en eso: en impotencia? ¿Es normal que no hagamos nada al respecto después de una fechoría?

Si llevamos esto a un punto más crítico, las vidas de las personas se han vuelto en un insano negocio para los sicarios. Que extorsionen o asesinen a un empresario y que este aparezca como noticia de todos los días, es normal. “Oh, qué malditos. Pobre hombre”, es lo que normalmente se escucha decir a las personas con cierta insensibilidad cuando se enteran de estos hechos. Si el Estado tomara cartas en el asunto y estos casos sangrientos ocurriesen con la menor frecuencia posible, no se tomaría como algo normal a aquellos crímenes. Estamos tan acostumbrados a escuchar en los medios de comunicación que tal asesino ultimó a tal persona, que ya ni nos inmutamos al enterarnos sobre eso. Qué desgracia.

Y hablando sobre medios de comunicación, en la televisión peruana es normal que no haya nada bueno para ver. La estupidez, lo absurdo, lo dizque gracioso y lo grotesco se encuentra a la orden del día para unos incautos televidentes. Si bien es cierto que los canales televisivos tienen la culpa de que el contenido de la caja boba sea tan precario; nosotros tenemos la responsabilidad inmediata de que ciertos (e inútiles) formatos de televisión sigan al aire porque es del «ráting» del que viven. ¿Y quiénes son los que le otorgan ráting? Nosotros.

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Es de esta manera que en señal abierta sea normal que haya realities en donde sobrevaloran el físico y las caras bonitas. Los protagonistas de estos programas, con sus ridiculeces, embrutecen a la población, provocando que sean el tema de conversación de la misma, cuando a la vuelta de la esquina hay niños trabajando en los semáforos o mujeres siendo maltratadas por un desgraciado.

Aquí en Perú, es normal que existan hasta tres programas con el mismo denigrante formato: programa concurso destapando lo más vergonzoso de sus participantes. Aquí es normal que premien con fajos de soles por salir a ventilar tus secretos al aire. Y peor aún, los participantes admitiendo haber golpeado a su pareja, haberse drogado, tener amigos delincuentes, etc. ¡Cuéntame lo más asqueroso de ti y te pago! Aquí en Perú, es normal que se vean programas de lunes a viernes y de DOS HORAS, dedicadas exclusivamente a escudriñar lo más morboso de la vergonzosa farándula peruana.

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El gerente de América Televisión minimizando la marcha contra la televisión basura pactada el 27/02/2015. Imagen de Terra.com

Aquí en Perú, es normal que lo cultural y lo sanamente entretenido no tenga un espacio en la televisión por el simple hecho de que “no vende”. Parafraseando, sería algo así: te vendo programas basura, dejándote en la ignorancia, mientras que yo me enriquezco. ¿Trato hecho? Aquí en Perú es normal que la señal abierta solo se limite a noticieros que solamente informen (si es que tal verbo puede caber) y no haya espacios para el sentido crítico o para la interpretación. ¿En dónde queda, entonces, la labor del buen periodista la cual es guiar a la población hacia la verdad? Con noticias de asesinatos, violaciones o que tal tipita engañó a tal fulano, es imposible que se logre.

Por lo tanto, con la televisión como principal medio de comunicación que los peruanos consumen y con una señal abierta podrida en programación (y siendo esta la que la mayoría de personas sintoniza), no deparo un buen futuro con una sociedad debidamente informada. “Si no te gusta, no lo veas”, es el clásico argumento de los que defienden la tv. basura. ¿Y los más pobres? ¿Los que no pueden pagar un servicio de televisión por cable para al menos optar por otras opciones? ¿Que se sigan contaminando con esos programas?

Como nadie se inmuta a preocuparse por otros problemas cruciales por los cuales atraviesan varios distritos, departamentos y el país en general, es normal que a las personas no les interese que en el parqueo del supermercado estén invadiendo el estacionamiento para minusválidos, que unos irresponsables choferes se detengan en el cebrado obstaculizando el pase a los transeúntes, que aún sigan circulando empresas de transporte con varias muertes provocadas, que las municipalidades no hagan nada por tener distritos dignos sin cúmulos de basura por las calles, por tener más áreas verdes, por tener ciudades con mayor vigilancia, por tener más centros de esparcimiento para la cultura y el deporte… En fin, son como agujas en un pajar aquellas personas que buscan un cambio.

Y si estos aspectos básicos que saltan a simple vista, no son temas de prioridad entre la mayoría de ciudadanos, ¿los problemas de mayor envergadura podrán calar en el interés de todos? Lo dudo mucho. La clase política se encuentra tan desprestigiada que a las personas ya les da igual, o les parece normal que un nuevo caso de corrupción sea develado. ¿Y los ‘comepollo’? ¿Las ‘robacable’? ¿Los ‘mataperro’? ¿Creen que estos sujetos hubiesen sido escogidos si es que los votantes habrían mostrado una mayor importancia en saber quiénes son los postulantes al Congreso al momento de sufragar? Creo que no.

Quizás si las malas prácticas dentro del Legislativo no se consideren como normales, no hubiésemos sabido de un Michael Urtecho recortando los sueldos a sus trabajadores o una Cenaida Uribe favoreciendo a su presunta pareja para que contrate con el Estado. Tampoco sabríamos de un Heriberto Benítez vinculado en el turbio caso Orellana, de un Walter Acha suspendido por 120 días por ser acusado por violación sexual, de un Emiliano Apaza ‘olvidándose’ de declarar ante el JNE que tenía una denuncia por contrabando… Y bueno, un sinfín de nombres que por motivo de espacio no los colocaría. Vale decir que todos esas joyitas mencionadas sucedieron en este mediocre gobierno que ya se va.

Lo normal es que al país no le sorprenda, ni se indigne, por estos casos que ya tienen harta por más de medio siglo a la sociedad peruana. Pero si nosotros no les hacemos frente a esas personas que se arrodillan para jurar ante Dios y ante la Patria (o plata, como dijo alguna vez un parlamentario. Al menos fue honesto.), esto va a seguir y seguir. ¿Si la democracia, en teoría, es el gobierno del pueblo, por qué diablos dejamos que nos gobiernen seres que solo hunden al país? ¿Por qué ser indiferentes –por ejemplo– ante ministros que se van de viaje con sus funcionarias, e inclusive, le suben el sueldo a los cuatro meses de haber empezado a desempañar el cargo? ¿Eso es justo? ¿Eso es normal? 

¿Es normal que ciertos dizque progresistas peguen el grito al cielo por el día del pollo a la brasa y se paren al frente de un pollería en son de protesta, cuando en Loreto, PetroPerú derramaba petróleo en dos oportunidades y para colmo (esto es lo más repugnante) contrataban a menores de edad para que limpiasen el agua a cambio de unos miserables S/. 80? ¿En dónde están esos que defienden el medio ambiente? ¿Esos que tanto pitean por los derechos humanos? Ni pío dijeron.

¿Es normal que año tras año veamos cómo el Ministerio de Cultura no mueva ni un dedo para preservar patrimonio peruano, en este caso, Las Líneas de Nazca? La ministra dice que ‘no hay presupuesto para su mantenimiento’, cuando en una anterior oportunidad, desembolsaron 427 500 soles para pagarle al primo de Mario Vargas Llosa por un único evento.

Señores, ¡estamos siendo crueles e inhumanos con nuestra propia historia! ¡Cómo darle la espalda a esta terrible negligencia! ¿Es normal que nos importe un verdadero pepino lo que suceda con nuestro legado histórico?

¿Cómo es posible que en tan solo tres años, haya habido seis cambios de gabinete? ¿Tan incompetentes resultan esos premieres? ¿Es normal que hayamos elegido por un presidente que nos prometió el balón de gas a S/. 12 pero luego parece que ahora todo lo improvisa? ¿Es normal que no protestemos ni hagamos nada cuando notamos que las acciones de su sarta de ministros, deja en status quo –o en una situación peor– a la nación? ¿Es normal que ocupemos la última posición del ránking PISA? ¿Es normal que los servicios de salud que brinda el Estado sean tan deplorables? ¡En qué país vivimos, maldita sea! No hay brújula, no hay qué o quiénes nos guíen hacia el desarrollo, no hay ‘hoja de ruta’… Cómo se nota que a Humala se le ha malogrado el piloto automático, el cual nunca debió usar.

Estamos a días del 10 de abril de 2016. Fecha de elecciones presidenciales. Fecha en que supuestamente cada votante realizará un análisis de su realidad y elegirá al mejor candidato. Del voto de cada uno dependerá el futuro de unos 30 millones de peruanos que esperan algo mejor. Si es que se sigue considerando como algo normal  todo lo mencionado y que ya no hay arreglo, mejor vicien su voto.

Creo que el Perú necesita de personas comprometidas con el cambio, a ciudadanos que desean un mejor lugar para vivir. Si bien es cierto que la mayor parte de la culpa la tienen los políticos por no saber conducir este país, somos NOSOTROS quienes los colocamos en esas curules. Si nosotros no cambiamos, de nada servirá tener candidatos buenos y honestos. Si no nos damos cuenta de que nuestra realidad está patas arriba, volveremos a elegir a un Ollanta Humala (a quien se le pasea el alma en Palacio), a un Alan García (quien pretende fregarnos por tercera vez), a un Alejandro Toledo (a quien Pinocho le queda chico a su lado), a un Alberto Fujimori (quien alguna vez no tuvo ningún reparo en levantarse a toda una nación), etc.

Recordar y hacer memoria de todas las estupideces, robos y niñerías que cometen los políticos en el poder, es el primer paso para que vayas preparado a las urnas y realices tal acto democrático con la cabeza fría. Lo ideal es regresar confiado a tu hogar con el pensamiento de que le has hecho un bien a tu país. No votes por las caras bonitas. No votes por promesas que parecen fantasía. No votes por quienes te regalaron un polo y un gorro con el logo del partido. No votes sin informarte de las propuestas de cada uno de los candidatos. No votes por lo que los demás te dicen, NO VOTES POR VOTAR.

Esta es la cultura de la normalidad, en donde cada uno jala agua para su molino sin importarle el resto. En donde cada uno vive su realidad y solo le interesa lo que quiere y no lo que debe. En donde sus habitantes no aprendemos del pasado y como consecuencia se repite la triste historia de siempre.

Mi país tiene mucho por dar y por ende, sus habitantes también. Yo tengo el ansiado sueño de ver a Perú compitiendo con otras naciones industrializadas y que lo dejen de catalogar  como un país ‘en vías de desarrollo’ (eufemismo que oculta el epíteto tercemundista). Quisiera que en los titulares y noticieros haya menos noticias manchadas de sangre, corrupción y farándula. Imagino a una nación en donde sus pobladores no se sientan orgullosos de ella solo por su comida o parajes; sino, por la historia que juntos están escribiendo y por lo que han escrito otros que lucharon por una sociedad justa y mejor para cada uno de nosotros. Pero para que todo eso suceda, cambiemos. Cambiemos para bien.