MAQUIAVELO

Escribe: Gerardo Hurtado Castillo

Acostumbrado en su condición de estadista y gobernante de la república de Florencia a recibir, por parte de sus súbditos, toda clase de regalos, entre ellos caballos, armas y  telas bordadas en oro; Lorenzo de Medicis, “el Magnífico”; no pudo ocultar su sorpresa cuando tuvo frente a sí un pequeño texto.

En él, no solo se narraban las acciones de los grandes hombres; sino también se añadían importantísimos consejos acerca de la forma de conservar y acrecentar el poder. El libro se llamaba “El Príncipe” y su autor era Nicolás Maquiavelo.  Con este obsequio, el escritor florentino, caído en desgracia pues estaba encarcelado,  quería ganarse las gracias y favores del citado monarca.

Escrita en el segundo semestre de 1513, esta obra tiene ya 503 años de antigüedad; y pese al tiempo transcurrido no ha perdido su vigencia y su importancia; como también su capacidad de provocar discusiones de todo tipo. Las razones son varias: la radicalidad de sus ideas, el menosprecio de la moral y sobre todo el hecho de considerar al Poder como lo más importante para cada Príncipe.

Sería iluso tratar de analizar la obra en tan corto espacio; sin embargo no lo es escudriñar algunas de sus partes más importantes; pues su autor siempre tendrá algo que enseñarnos…

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Un clásico de la Literatura Universal

¿QUÉ VALE MÁS: SER AMADO O SER TEMIDO?

Esta es una de las grandes preguntas del libro. Maquiavelo responde que es ideal que un Príncipe pueda despertar a la vez ambos sentimientos; pero que lamentablemente es difícil que los consiga,  por lo que es conveniente, básicamente, que  logre ser temido.

“Los hombres tienen menos consideración en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer; pues el amor se retiene por el vínculo de la gratitud; el cual, debido a la perversidad de los hombres, es roto en toda ocasión de propia utilidad; pero el temor se mantiene con un miedo al castigo que no abandona a los hombres nunca”.

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Según Maquiavelo, Pedro Pablo Kuczynski, debería ser más temido que amado. Veremos qué sucede.

DE QUÉ MODO LOS PRÍNCIPES DEBEN GUARDAR LA FE DADA

Este es uno de los capítulos en que la moral es dejada de lado por el autor. El escritor florentino afirma categóricamente que un príncipe prudente no puede ni debe mantener fidelidad a sus promesas, cuando ella termina redundando en perjuicio propio. El pragmatismo más presente que nunca.

Agrega Maquiavelo: “Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería bueno; pero como son malos y no observarían su fe con respecto a ti, tú tampoco tienes que observarla con respecto a ellos. Nunca le faltan a los príncipes razones legítimas para cohonestar la inobservancia”.

En este mismo capítulo, en sutil consejo, Maquiavelo indica que todo Príncipe tiene dos formas de combatir: una con las leyes; y la otra con la fuerza. “La primera es propia del hombre, la segunda lo es de los animales; pero, como muchas veces la primera no basta, conviene recurrir a la segunda”.

En tal contexto, en genial comparación con la psicología animal, señala que la conducta de todo monarca debe ser parecida al comportamiento de la zorra y al león: “Porque el león no se defiende de las trampas, y la zorra no se defiende de los lobos. Es necesario pues ser zorra para conocer las trampas y león para destrozar a los lobos”.

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Según Maquiavelo, el flamante presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski, tendría dos formas de combatir el mayor flagelo de la ciudad capital.

DE LOS SECRETARIOS QUE LOS PRINCIPES TIENEN A SU LADO

Se dice que uno de los indicadores para saber que un hombre es inteligente es conocer cuáles son las personas que lo rodean. El escritor florentino lo tiene muy presente pues señala que la primera conjetura que se hace sobre el talento de un Príncipe es ver los hombres que tiene a su alrededor.

“Cuando son suficientes y fieles siempre se le puede considerar inteligente, porque ha sabido conocerlos bastante bien y mantenerlos fieles; pero, cuando sean de otro modo, siempre se puede formar sobre él un juicio poco favorable; pues el primer error que comete, lo hace en esta elección”.

Maquiavelo, va más allá en su análisis, y pretende evaluar la inteligencia de cada postulante a ministro. “Hay tres especies de cerebros: unos entienden por sí mismos; los segundos disciernen lo que otros entienden, y los terceros no entienden ni por sí mismos ni por otros; los primeros son excelentísimos, los segundos excelentes y los terceros, inútiles”.

Para terminar su juicio lanza una pregunta perspicaz y directa. “¿Cómo puede un Príncipe conocer al ministro?”. Su respuesta es la siguiente: “Cuando ves al ministro pensar más en sí mismo que en ti, y que en todas sus acciones busca su provecho, piensa que ese individuo que así se comporta nunca será buen ministro, y nunca podrás fiarte de él: porque el que tiene tu Estado en su mano, no debe pensar nunca en sí mismo; sino siempre en el Príncipe, ni recordarle nunca nada que no se refiera a los intereses de su Estado”.

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¿Qué tipo de inteligencia tendrán los nuevos congresistas, según la teoría de Maquiavelo?

 Es importante agregar que a la par de los consejos, interesantes y discutibles, que Maquiavelo señala en su obra “El Príncipe”; el escritor florentino también ha donado su propio apellido al mundo de las palabras: “Maquiavélico”, perteneciente o relativo al maquiavelismo o también entendido como  modo de proceder con astucia, doblez y perfidia.

Sintetizando y a la luz de los interminables escritos y análisis que se han hecho sobre su obra, Nicolás Maquiavelo no ha muerto: está más vivo que nunca.